Un estudio realizado por dos psiquiatras, Mark Waldman y Andrew Newberg, nos confirman de nuevo, cómo el uso de determinadas palabras puede incidir en cambios cerebrales. Por ejemplo, el uso de la palabra «No» al inicio de una frase en una conversación hace que se alerte la amígdala e, inminentemente, el cerebro empiece a liberar cortisol, una de las hormonas del estrés. Por el contrario, cuando escuchamos la palabra «Sí», se libera dopamina, una de las hormonas de la recompensa y el bienestar. «Comparado con otras especies, resulta que somos muy malos comunicadores, ¡y ni siquiera lo sabemos! Pasamos años enseñando a nuestros hijos a leer y escribir, pero no les enseñamos a hablar», comenta Waldman.
En este sentido, un alumno me comentaba en relación a su hija: «Cuando llegué a casa, revisé los deberes de la niña, estaba haciendo análisis sintáctico de frases que le habían puesto en el colegio y no se le daba muy bien. De repente, me sorprendió lo negativas que eran las frases. Nunca me había fijado en ellas. Se las cambié respetando la misma estructura pero esta vez con mensajes positivos y le pedí que, por favor, las hiciera para practicar un poco más. ¡Bien! Su actitud cambió de inmediato en cuanto leyó la primera frase. Aquello se convirtió en un juego que resolvió mucho más fácilmente e incluso revisó ella misma las primeras que había hecho, las negativas».